Sale de la consulta con una sonrisa y al llegar a casa va directa a la cocina donde arroja la caja de Sintrom al cubo de la basura. Sin dejar de sonreír se dirige al balcón de la salita y se apoya en la barandilla. Deja su mirada vagar por la calle. El portero del edificio de enfrente pasa la fregona por su trozo de acera, el padre que pastorea tres niños hacia el colegio cercano, una chica corre en ropa deportiva y ella mira el movimiento pendular de su coleta, una señora mayor sube con dificultad al taxi, el tendero de la frutería charla acompañado de muchos gestos con un cliente.
Le gusta la sensación de respirar la calle. En la parada del autobús se incorporan personas y el calor de la mañana se empieza a notar. Alza la mirada atraída por la discusión de dos albañiles en la azotea de enfrente y admira la pasión que ponen al intentar culparse mutuamente. Dos adolescentes de la mano la devuelven al asfalto donde una camioneta descarga fardos de periódicos en el quiosco. Sonríe al latir de la vida. Entra en casa y camina pensativa hacia la cocina.
Muy hermoso tu relato. Que facilidad tienes para describir.
Muchas gracias Olga. Un abrazo y recuerdos a la familia
Dan ganas de saber cómo continua la vida de esta mujer y tengo curiosidad por saber por qué tira el sintrom 🙂
Gracias Seila, ¿tú por qué crees que lo tira?