23 Las dos vidas

La mayoría de nosotros tenemos dos vidas: la que vivimos y la interior que no vivimos. Nuestra felicidad va a depender de cuán separadas están y cuanta resistencia ponemos para que la brecha que las separa no desaparezca. Casi siempre suele ser miedo, sin embargo, tener miedo es una buena señal. Cuanto más miedo tenemos a hacer algo concreto, más sabemos que eso es importante para nosotros y que lo deberíamos acometer.

¿Querías ser bombero o enfermera de pequeño? ¿Has pensado alguna vez en entregar tu vida a ayudar a otros? ¿Alguna vez has querido ser madre, o periodista, o inventor, o escritor? ¿Te habría gustado estudiar medicina para ayudar a restablecer la salud de otros? ¿Eres un emprendedor que trabaja en un banco, un pintor que dirige un negocio o una actriz que dirige RRHH en una multinacional?

«Desde muy temprana edad, tal vez a la edad de cinco o seis años, sabía que cuando yo creciera debería ser un escritor. Entre las edades de unos diecisiete y veinticuatro años traté de abandonar esta idea, pero lo hice con la conciencia de que estaba ofendiendo mi verdadera naturaleza y que tarde o temprano tendría que sentarme y escribir libros «.  George Orwell

Seguro que has oído alguna historia de alguien que fue diagnosticado de alguna grave enfermedad y cambió radicalmente su vida: dejó el trabajo y se dedicó los últimos años de su vida a lo que realmente le apasionaba, sea esto lo que fuere. Esas historias suelen acabar con que la enfermedad remite. ¿Necesitamos una prueba así para dedicarnos a nuestra pasión? No quiero decir que las enfermedades crónicas se curen simplemente haciendo uso de nuestro genio, poniendo nuestro valor al servicio del resto del mundo, pero, ¿debemos esperar a que la calavera nos mire desde sus cuencas vacías para que nuestras dos vidas formen una sola?

Mira en tu corazón, quizá todavía puedas oír la suave voz de tu genio. Es una voz familiar, la has escuchado decenas de veces. Antes era una voz potente y vigorosa, ahora puede que sea solo un murmullo, pero sigue ahí. Escúchala

22 Interpretación más respetuosa

Quizá el más famoso de los discursos de graduación en universidades estadounidenses sea el de Steve Jobs (para los que vivís en una burbuja lo podéis ver aquí) Sin embargo el que David Foster Wallace pronunció en la universidad de Keyton en 2005 tampoco tiene desperdicio. (Lo puedes ver completo aquí). Tanto es así que también se publicó como libro: «Esto es agua» (no, no es el «be water» de Bruce)

Es el único discurso de este tipo que dio en su vida, y en él acomete varios temas: aprender a pensar, el trascender de lo cotidiano, la Verdad, la vida… pero, sobre todo un aviso a los graduados de cómo no ver el mundo desde el punto de vista de uno mismo. Un punto de vista que todos tenemos instalado por defecto.

Tenemos la tendencia a ver todo desde nuestros ojos pero además lo hacemos desde nuestra mirada. Es decir, vamos conduciendo en un atasco saliendo o entrando de Madrid y nuestro pensamiento es ¿a dónde irán todos estos? ¿no podrían haber elegido otra hora para salir? Nos percibimos como perjudicados del problema y no tanto como causantes del mismo.

«Todo lo que conforma mi experiencia inmediata apoya mi creencia profunda en el hecho de que y soy el centro absoluto del universo, la persona más real, nítida e importante que existe. Casi nunca pensamos en este egocentrismo tan básico y natural, debido al hecho de que es socialmente repulsivo, y sin embargo en gran medida todos lo padecemos, en el fondo. Es nuestra configuración por defecto que nos viene de fábrica al nacer»

 Parece algo obvio pero, ¿cuántas veces lo tomamos en consideración? Generalmente operamos en automático, especialmente en esas situaciones aburridas del día a día: la cola del supermercado, salas de espera diversas, en el coche… Miramos alrededor desde nosotros y pensamos que la viejecita, al volcar todo su monedero delante de la cajera para buscar los 43 céntimos que le hacen falta, lo hace a propósito para fastidiarnos; o el que se cuela en la caravana de coches justo delante de la posición que llevamos manteniendo media hora e inmediatamente nos enfadamos y pensamos que es un listillo que a sabiendas se quiere ahorrar toda la fila.

Hay otra forma de pensar. Es lo que los americanos llaman Most Respectful Interpretation (Interpretación más respetuosa). Es una opción que rompe con la forma habitual de nuestro pensamiento egocéntrico. ¿Y si el señor que se acaba de colar en la fila está intentando ir rápido al hospital porque le acaban de comunicar que han ingresado de urgencias a su mujer? ¿Y si el funcionario que parece que no nos atiende con la celeridad que necesitamos necesita ese tiempo extra para digerir una vida no muy satisfactoria?

Quizá las personas que se mueven en el mundo no lo hacen a nuestro alrededor, simplemente se mueven y, como nosotros, tienen una necesidad legítima de hacer lo que hacen.

21 El culo de dos caballos

Esta leyenda urbana lleva correteando por internet y es casi un clásico: Unos alumnos de postgrado canadienses recibieron el encargo de investigar el por qué del ancho de vía en los ferrocarriles del país. Empezaron su investigación y lo primero, claro, fue medir el ancho de vía: 4 pies y 8,5 pulgadas (1,43 metros). Descubrieron que era la misma medida que utilizaban los trenes norteamericanos, que habían sido diseñados por ingenieros ingleses quienes habían traído los planos de su país. La medida seguía siendo extraña. Al seguir buscando encontraros que los ingenieros que diseñaron el ferrocarril fueron los mismos que habían diseñado el tranvía y utilizaron los mismos métodos y herramientas. Siguiendo con la investigación descubrieron que los antiguos carromatos ingleses transitaban por unas rutas que medían 4 pies y 8,5 pulgadas, y averiguaron que esas rutas, en realidad habían sido diseñadas por los romanos hace 2.000 años, para que transitaran por ellas sus legiones. Y ¿por qué los romanos habían establecido un ancho de 4 pies y 8,5 pulgadas para todas las rutas del Imperio? Simplemente porque los carros romanos eran instrumentos de guerra tirados por dos caballos, que galopaban uno junto a otro y debían estar lo bastante espaciados para no estorbarse. 4 pies y 8,5 pulgadas es el ancho del culo de dos caballos.

En una prolongación de la historia, si observamos la nave espacial estadounidense en su plataforma de lanzamiento, veremos dos depósitos adicionales adjuntos al principal. Fueron fabricados por Thiokol en Utah y debían ser enviados por tren a Cabo Cañaveral atravesando un túnel bajo las montañas Rocosas. Dado que los depósitos debían pasar por ahí, y el túnel es apenas más ancho que las vías del tren, se dimensionaron con la medida del culo de dos caballos.

Escuché esta historia en la charla TEC que Ronald Shakespear impartió en Río de la Plata en 2013. Toda la charla es muy interesante y amena, especialmente su visión de la creatividad (o debería decir no creatividad). Pero me quedé pensando es esta historia de entre las muchas que cuenta. ¿Cuántas cosas hacemos por inercia, sin cuestionarnos ya su sentido, su lógica o su procedencia? Lo hacemos porque es más fácil, o porque siempre se ha hecho así. Nos cuesta cambiar y cuestionar el status quo. Sin embargo, solo haciéndolo podemos progresar, descubrir nuevos horizontes, encontrar el por qué de las cosas para, refutándolas, reformularlas.

Llevado esta a nuestra vida personal ocurre un poco de lo mismo, repetimos patrones de conducta aprendidos sin cuestionar que puede haber otras formas de hacerlo, pensarlo o sentirlo. Pienso que una personas creativa en su vida personal y profesional aprende mirando todo con los ojos curiosos de un niño para el que todo es nuevo, todo es cuestionable. No olvidemos a ese niño en la edad de los porqués que reta continuamente a sus padres y maestros sobre la esencia misma de las cosas. ¿Por qué las mesas son rectangulares? ¿Por qué cuando sea mayor no puedo ser una cebra? ¿por qué sois vosotros mis padres?

 *La historia original parece ser que apareció por primera vez en la revista Pour la Science en una columna de Didier Nordon de título “Bloc-Notes”